Desavenencia conyugal

domingo, 2 de diciembre de 2007

El que madres y padres estén o no en condiciones de proporcionar una crianza feliz al bebé y una educación también feliz y sin traumas al niño depende, en primer lugar, de la salud emocional de que ellos dispongan como individuos.
Eso, a su turno, habrá dependido de la salud emocional de los padres de los padres. Y así sucesivamente. Sólo la información, la Educación y la Prevención a los padres podrá modificar y hacer más favorable esta cadena de generaciones.
Pero... aparte de la salud emocional individual de las madres y los padres, ¿hay otros factores que influyan en el desenvolvimiento de una mujer como madre y de un hombre como padre? ¡Sí! Es el estado de las relaciones de pareja.
Una compañera desdichada, un compañero frustrado tenderán a no funcionar como buenos padres, capaces de dotar a los hijos del ambiente necesario para desarrollarse con felicidad y sin traumas.
Para un padre frustrado como compañero será imposible hacer de "madre de la madre", función es indispensable para que la mamá se dedique en forma consagrada y sin interferencias a su bebé.
La madre, desconectada parcialmente de la realidad por su reacción instintiva de abocarse íntegramente al bebé, al no contar con el apoyo del compañero en esta situación, se encontrará indefensa e incapacitada para hacer frente al mismo tiempo a sus propios problemas psicológicos y a las exigencias de atención del compañero, de los demás hijos, de los inconvenientes económicos y laborales, y así sucesivamente.
Todo ello llevará a la madre hacia una reacción de huída de su maternidad, que la llevará a volcarse a privilegiar y atender los restantes desafíos y demandas de su propia vida privada.
Además, es obvio que en los casos en que la desavenencia conyugal lleva a la pareja hasta la separación, el cónyuge que conserve los hijos se verá en serios problemas para cumplir con sus funciones afectivas, especialmente si la separación es agresiva ó al menos no bien aceptada por uno de los miembros de la pareja, con todas las consecuencias adversas de ser una madre sola o un padre solo.
Es necesario que las parejas de padres que se separan descubran cómo llevar adelante una separación adecuada, adulta y civilizada, y cómo arreglar una buena relación de ambos con los hijos.
Comprender la estructura emocional de una relación de pareja, y el ambiente que ella genera a su alrededor, depende fundamentalmente de la capacidad que el observador tenga para comprender que toda pareja funciona como una unidad que es más que la suma de sus partes. Esto quiere decir que la salud emocional y la armonía que una pareja alcance no es igual a la simple suma de la salud emocional y la armonía interior de cada uno de sus componentes: la salud y la armonía de la pareja son el resultado de multiplicar la salud y la armonía de cada miembro por la del otro.
Eso significa que, en la medida de su salud emocional y su armonía interior, cada uno de los cónyuges aporta estímulos que mejoran la salud emocional y la armonía del otro, y viceversa, generándose un círculo de retroalimentación favorable.
Es como si la salud emocional y la armonía interior de cada miembro de la pareja le motivase a tener iniciativas y conductas que "curan" en cierto modo las dificultades psicológicas del otro, y le ayudan a sacar de sí y a dar de sí lo mejor que tiene.
A su turno, el otro miembro de la pareja, "mejorado" por la condición descrita, proporciona también estímulos que "mejoran" al primero. Y así sucesivamente. Hasta que se genera el mencionado círculo de retroalimentación favorable mencionado antes.
Pero... ¿qué ocurre cuando predominan en los miembros individuales de la pareja una precaria salud emocional y una falta de armonía interior?
En esos casos, el círculo descrito se desarrolla como un círculo vicioso en el que cada uno de los miembros, con sus iniciativas y conductas, estimula al otro a "perturbarse" aún más, anular su poca armonía interior y empujarle a sacar de sí y a dar de sí lo peor que tenga. Y viceversa.
De ese modo, lo negativo en el seno de la pareja es también más que la suma de sus partes ó componentes: un hombre y una mujer sólo medianamente perturbados, es decir, sin mayores dificultades en la vida pueden transformar la situación en la que se colocan para vivir juntos en un verdadero infierno, con llamas, demonios y atroces tormentos.
Las dificultades de cada uno se multiplican por las del otro.
Lo mismo puede decirse de lo positivo, que en las parejas bien avenidas se multiplica con entusiasmo hasta lograr una relación dichosa.
Cuando predomina lo negativo, la pareja afronta no sólo su relación, sino la maternidad y la paternidad, con sus previsibles consecuencias sobre la salud emocional y la armonía interior de los hijos. 2004

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